En la
conformación de la nación cubana se funden tres raíces principales
que fueron incorporándose lentamente en la integración de la sociedad
étnica. La primera de esas raíces es la de los pobladores aborígenes,
cuyo legado étnico se vio reducido por el impacto que significó
el proceso de conquista y colonización. Por esta razón, las dos
raíces de mayor significación en el etnos cubano son la española
y la africana. La primera, fue el resultado de una migración proveniente
de la metrópoli que, con momentos de mayor o menor intensidad,
se ha mantenido a lo largo de toda nuestra historia. En los primeros
siglos de la conquista predominaron los grupos provenientes del
reino de Castilla, sobre todo del sur de España. A ella se sumaron
otras muy importantes procedentes de las Islas Canarias, Galicia
y Cataluña.
La raíz africana deja una huella
muy particular al proceso formativo de la cultura cubana. Procedentes
de diferentes etnias (yorubas, mandingas, congos, carabalíes,
bantú), como esclavos fueron mezclados en las plantaciones provocando
nuevas asociaciones culturales entre las propias comunidades
africanas. Desde las propias plantaciones, antes de la abolición
de la esclavitud, comienza el proceso de sincretismo entre la
cultura de los esclavos y la de los amos, dando lugar a una
cultura totalmente nueva y diferente a la de sus raíces originales.
En la definición actual de la cultura cubana, estas tres raíces
conforman la base de las tradiciones, la cultura y la religiosidad
popular.
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